jueves, 25 de marzo de 2010

BLANCO Y NEGRO

Con El Hereje me estoy pegando buenas sesiones de lectura. Es un libro cuyos paisajes urbanos imagino en blanco y negro, y cuyos campos imagino amarillos, naranjas, albaricoques al atardecer, dice Delibes a veces.

Cuando era pequeño pensaba que Portugal también era amarilla porque así venía pintada en el mapa de mi clase. Amarilla y sin apenas carreteras. Castilla tenía rectas las líneas de los caminos y poca densidad de poblaciones. No era como Galicia o las Vascongadas, llenas de topónimos que casi no cabían y parecían nombres de familias todos ellos.

Blanco y negro sin grises, síes y noes sin dudas, ceros y unos sin decimales, arquitectura digital. O se es o no se es. Igual que tú, también tengo ancestros castellanos, Ávila, Zamora, pueblos amarillos en los mapas de mi recuerdo, a lo sumo albaricoques al atardecer, pueblos de espigas secas pobladas de perdices, quizá. No sé. Lo que sí creo saber es que yo no soy hijo de Castilla, no quiero serlo, pensar en ello me hace sudar y me deja los pies fríos a la vez. Quiero ser hijo adoptivo del Levante de mi infancia, que me refrescaba con su mar y sus arroces al aire libre.

Quizá necesite un viaje al azahar de los naranjos, ahora en flor, para calmar mi desasosiego. Mostrarte las terrazas repletas de caracoles escondidos y respirar la humedad de la hoja verde lima del árbol que más quiero, contigo.


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