miércoles, 18 de julio de 2012

La nueva conspiración SHANDY




Enrique Vila-Matas escribió hace unos cuantos años un librito que se titulaba "Historia abreviada de la literatura portátil" en la que contaba, entre bromas y veras, las andanzas de un grupo de conocidos artistas surrealistas (o quizá debería decir modernamente "performers") que pulularon por Europa de ciudad en ciudad y de sarao en sarao con sus creaciones metidas en una maleta. Todos ellos eran máquinas solteras. Eran dos condiciones "sine qua non" para pertenecer al club.

Ellos constituyeron la llamada "Conspiración SHANDY", un acrónimo que nadie supo definir con exactitud al cien por cien, pero que según los que estudiaron el tema parecía responder a la frase "Si Hablas Alto, Nunca Digas Yo".

El planteamiento era genial porque de un plumazo se evitaban egoísmos aberrantes y plastas, además de proporcionar una distancia con las propias creaciones que despersonalizaban el arte y lo hacían flotar irremediablemente en el espacio. O quizá esto me lo acabo yo de inventar, no sé.

El caso es que hablar alto cuando se dice "yo" me parece, en cualquier caso, un asunto de mala educación, e intento seguirlo en mi vida a rajatabla. Es difícil porque -casi siempre en las discusiones- es imposible defenderse de los ataques -razonados o no- de otras personas.; te deja indefenso, aunque quizá sólo aparentemente.

El libro de Vila-Matas viene al caso porque hoy día una hipotética conspiración SHANDY no tendría apenas miembros, dado el afán que tiene la mayoría de la gente (y no digamos la clase dirigente) de anteponer su propio pronombre a cada frase para hacernos ver lo listos -o eficaces- que son.

Como antídoto propongo crear una conspiración de hombres -o mujeres- "TACHÄN", que no es ningún acrónimo, pero que homenajea a otro escritor, Francisco Casavella, que definía esta categoría humana en su libro "El secreto de las fiestas". Más o menos, el malogrado Casavella explicaba que una persona "Tachán" era aquella que siempre que se encontraba con alguien hilaba alguna historia o anécdota, real o inventada, que proporcionaba información interesante a la conversación. Sin resultar pedantes -no confundir con los típicos pesados de barra de coctelería-, los "Tachán" siempre dejaban ese gusto maravilloso de los narradores que saben hablar en zapatillas de andar por casa.

Con esta técnica, cuánta paz obtendríamos de los discursos unidireccionales que nos vemos obligados a escuchar en estos tiempos de falsa sobreinformación.

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