miércoles, 30 de marzo de 2011

Somos seres extraños que prolongamos la mirada a través de artilugios alimentados por litio o por niquelcadmio. Vaya tela. Nuestros ingresos dependen de que pasen cosas ajenas y las registremos. Nuestro afán es serle fieles a la realidad.

Pero siempre la realidad nos pide lo contrario.

lunes, 21 de marzo de 2011

Crucé el paso subterráneo y olía a colonia de niño. Los peques cruzaban también, a toda prisa para llegar al colegio. Ahí van con sus mochilas cargadas y sus caras de sueño, a encontrarse con otros semejantes que empiezan en esto de aprender a vivir. El olor me trasladó a otros tiempos, a los años en los que mi madre también me pringaba de Nenuco a toda prisa y cargaba con mis libros y mis miedos. No era fácil, nunca lo ha sido, aunque el tiempo haya quitado peso a aquellas preocupaciones y parezca que sólo los problemas actuales son problemas. Ahí están ellos y ellas, a medio camino entre la niñez y lo que sigue, enterándose de cosas que dan vértigo y a la vez, muy mayores para niñerías.

Pero no queda otra.
Hay que subir por la escalera tambaleante, evitar mirar abajo y lanzarse por la tirolina, tragando saliva. Y a ver qué pasa...

viernes, 18 de marzo de 2011


En Arabia circulan imágenes de Madrid en días de fútbol. Es divertido ver cómo la solidaridad árabe trasmite el virus de la incompetencia occidental. No aprenden arte ni se interesan por la cultura; solo quieren formar parte del grupo. De la manera más fácil, en un espectáculo de masas. Dándose rienda suelta.

Hay mucha hipocresía en lo referente a las costumbres islámicas: nadie reconoce tener vicio alguno. Esto genera una cierta perversidad que no resulta nada agradable.

Por lo demás, que tocan las palmas de otra manera, con los dedos hacia arriba, en simetría. Constantemente. Tengo la cabeza sorda de palmas y cánticos.

Los siguientes, el día 15 del mes que viene.

lunes, 14 de marzo de 2011


Voy a decir aquí algo que ya se sabe, pero quiero confirmar por si había alguna duda: soy un niño. Sí, un niño, un Peter Pan, un inadaptado al tiempo que me recorre. Un huérfano crónico, un loco consentido, un niño mimado.

Infantil. Una palabra denostada injustamente.

Me gusta que me abracen y que me den muchos besos y que me toquen con toda la intención. Me gusta provocar reacciones y ser revoltoso e incondicional. Me gusta que me atraigan con bagatelas. También me gusta jugar a todo ello en modo batiburrillo y devolver las muestras de cariño una por una y con interés.

En realidad, a pesar de guardarlo todo en cajitas, me gusta encontrarme con cosas inesperadas en lugares insospechados. Me gusta ir todo el rato "recalculando rutas", como dice la voz del GPS cuando te sales del camino marcado. Me gusta no saber a dónde voy y guiarme por el instinto. Me gustan las turbulencias.

Soy peor dando la razón que quitándola, soy mejor inventando historias que escribiéndolas, soy un hacha improvisando y un negado memorizando las cosas recientes que no dejan cabos sueltos.

Por eso cuando me autocontrolo y evito la espontaneidad, pido a gritos que me dejen ser un desastre. Cuando me censuro soy previsible y miedoso y cateto y desconfiado. Cuando no puedo ser espontáneo, el niño desaparece y envejezco con efectos retroactivos. Y me dan ganas de escapar.

Voy a decir aquí algo que igual no se sabe, pero se intuye: pediré disculpas por ser como soy, pero difícilmente voy a pedir permiso. C'est comme ça!