lunes, 26 de noviembre de 2012

Los ricos también yerran




San Sebastián fue un lugar en donde se probaban tendencias de moda y baño desde principios del siglo pasado. Ahora sigue siendo una ciudad puntera para algunas cosas, como la gastronomía. Dicen que Donostia siempre fue monárquica -quizá por obligación- pero siempre ha conservado un nivel de residencia para adinerados que-no-se-puede-aguantá.

San Sebastián es bonita de cojones. Cuando mi mujer se va a sus clases semanales de gestión puntera de restaurantes punteros creo que es más bonita todavía, porque San Sebastián adopta la belleza de las cosas bonitas que contiene. En bellezas siempre habrá opiniones. En España se opina sentando cátedra. Es lo que tiene la clarividente ceguera del amor.

Empiezo siempre los posts buscando una foto y llevándola a mi terreno. Hoy he pillado este cartel de una exposición de trajes de baño que hay en Madrid y se me ha ido la mente a la Concha. No sé por qué hoy me ha salido esta loa a mi mujer, pero no me importa: cada vez acepto mejor las críticas y peor las alabanzas. Siempre hay algo que criticar para mejorar y siempre hay algo con lo que conformarse para dejar de avanzar.

San Sebastián tiene alcalde abertzale radical y creo que convive mal con su señorial tradición. Donostia necesita visitantes ilustres y habitantes con lustre. Es una cuestión de coherencia. No le pasa lo que a Madrid, ese pueblo de emigrantes...

Los Llamosos lo que necesita son seres sueltos. Con eso valdría.



martes, 13 de noviembre de 2012

La Santa Esponja





Anoche haciendo zapping vi unos segundos de un documental muy serio que hablaba de la Santa Esponja. Entre los programas de tarot y de acertijos absurdos, la imagen de la Santa Esponja, seca como una mojama, pero venerada como un trabajo fijo, me sorprendió sobremanera.

He aquí una talla policromada de la Santa Esponja. La reliquia original -que se conserva en Mantua- se encontró junto al cuerpo de Longino de Cesarea, soldado romano que se supone que la guardaba por capricho, tras haber pegado un lanzazo al mismísimo Jesucristo en la cruz. ¿Arrepentido? No sé, sólo quizá era un poco fetichista.

Longino fue canonizado porque se supone que, a los pies de la cruz, dijo aquello de "En verdad, este era el hijo de dios". Entonces le clavó la santa lanza y con la santa esponja le humedeció los santos labios. Se supone que la santa esponja conserva santa sangre original de Jesús de Judea. No se le han hecho pruebas de santo ADN porque a Jesucristo no se le conoció santa descendencia y no habría con quien verificar el santo parentesco.

Y todo esto, ¿a santo de qué? Pues que si pones Santa Esponja en Google te salen 516.000 referencias. Bien es verdad que la mayoría son de su sobrino Bob, que está haciéndose más popular que el propio Jesucristo. Es más, consultados niños entre 0 y 10 años, un 95% decía conocer a Bob esponja y sólo un 10% conocía al mesías y únicamente por referencias. Ninguno de ellos conocía la existencia de la Santa Esponja, aunque algunos abogaron por que se santificase al dibujo animado cuanto antes y así no tener que ir al cole el día de su celebración.

Pero la Santa esponja existe y mucha gente le dedica algo de su tiempo. Son vocaciones loables, dados los tiempos que corren. Yo si me encontrara una santa cosa que tuviera una santa historia lo gritaría a los cuatro vientos y le pondría un santo altarcillo. Lo que pasa es que a la gente normal eso nunca le pasa.

Voy a caminar siempre mirando al suelo a ver si localizo algún objeto venerable y me puedo montar un santuario que me saque del arroyo. Palabra de esponja.



lunes, 12 de noviembre de 2012

Piel impermeable




Cómo vamos, cómo venimos. Somos una entera contradicción. Compramos servilletas de papel y después regamos el cerezo del jardín. Pagamos la hipoteca y después nos manifestamos contra los desahucios. Nos contentamos con la llegada de un cliente y nos quejamos con el exceso de trabajo. Echamos gasolina al coche y arreglamos el pinchazo de la bicicleta. Nos duchamos y nos secamos. Comemos pensando en ayunar mañana o pasado, gritamos y huímos de las ciudades buscando el silencio. Manchamos y limpiamos, subimos y bajamos, reímos y lloramos, discutimos y nos reconciliamos.

Tenemos hijos y abortamos, tomamos anticonceptivos y adoptamos, adelgazamos y engordamos, bebemos y juramos nunca más hacerlo, actuamos y nos arrepentimos. Dudamos.

Un mismo paisaje a veces nos emociona y otras nos aburre. Como las personas. Una cosa nos gusta y a la vez nos disgusta. Una intención nos anima y al minuto siguiente nos deja chafados como si fuera inviable. Las opciones nos seducen alternativamente. Ahora rojo, después azul, más tarde verde.

Nuestra piel funciona como membrana osmótica, captamos las vibraciones del aire y nos relaciona con el exterior de nosotros. De la piel hacia adentro parece que mandamos, pero pensamos influídos por lo que nos rodea. Somos veletas, somos juncos, somos química que reacciona con los principios activos que nos tocan. Somos contradictorios y volubles.

Por eso, y porque todo es relativo, me da risa tanta seguridad pretendida, tanto querer saber cuáles son nuestras fes y nuestras querencias. Vamos por el mundo siendo del Atleti, como mucho. Lo demás es negociable.

Ayer escuché al Aurora Trío -piano, bajo y percusión- hacer música según les salía de los dedos y pensaba que no quiero etiquetarme. Prefiero una pizarra para ir borrando lo que soy y lo que me alimenta cada día. Prefiero resbalarme. Prefiero equivocarme. Prefiero dudar.

La mano de Adriana no lo sabe, todavía. Ya se enterará.





sábado, 10 de noviembre de 2012

Alegrías conscientes




Un 30 de diciembre nos fuimos Joe, Borja y yo a celebrar en la Puerta del Sol la nochevieja anticipada. Escuchamos las campanadas entre la muchedumbre y comulgamos con bayas de goji a modo de uvas. Esta foto es de entonces. Luego fuimos a celebrar un poco a un garito que había en los bajos del edificio donde trabajé de adolescente: el templo del gato.

Éramos gatos. Ahora recuerdo cuando años antes me encontré en ese mismo sitio a Almodóvar pillando coca y charlamos un momento mientras llegaba el camello. Nos conocíamos de cuando estrenó su primera película y él me presentó actrices para mi primer cortometraje. Era un gato puro, rápido y brillante. Nunca perdía la compostura; ni la buena postura, como los gatos, tan elegantes.

Con Joe me sigo viendo. Con Almodóvar no. Con Joe encontré un tipo fiel que siempre tiene sonrisas para dar y abrazos para espachurrar. Es muy grande. Le saco algunos años y es como mi hermano pequeño. Tan brioso, tan rápido, tan gato con fidelidad perruna. Tan listo y tan humilde.

Y tan útil. Es de los pocos que me escucha con atención. También porque yo le hablo con atención. Siempre acompañado de su mujer, Eva, hermosa e intuitiva como pocas mujeres de las muchas que he conocido, en su casa hacen cosas bonitas y exploran nuevas maneras de sorprender a la vista, al oído. Tengo mucha suerte pudiendo acceder a su cueva, pudiendo dejarme allí cosas olvidadas para volver a recogerlas más adelante.

Joe me da alegría, una alegría consciente que me sirve para mucho más que simplemente sonreír. Me sirve para todo, para freír unos torreznos y para planear risas. Para tirar p'alante.

Gracias, Joe, gato del distrito 15.



viernes, 9 de noviembre de 2012

Uso tópico




Llevo varios días soñando con el mar. Me despierto enfadado entre mis cuatro paredes porque quiero continuar soñando. A veces lo consigo, pero tras el momento de realidad cambian los mares y las personas, o bien surge un contratiempo que me aleja de la orilla. No hay manera.

En Los Llamosos el mar se confunde con los chopos que hay junto a la vía del tren. Es como si fuera un gran embalse del que asoman las copas de los árboles altos, la torre de la iglesia o los muros que separan las fincas cuando el nivel del agua no es muy alto. Me vale ese mar poco profundo. Acepto ese mar como horizonte, igual que espero la llegada de las nieves para que el blanco uniforme coja el tono reflejado del cielo y me enseñe mares rosas o naranjas al atardecer.

Anoche oí cantar a una mujer que susurraba al oído y alargaba los gemidos hasta que no le quedaba aire en los pulmones. Sonreía. Era como si cada vez que se vaciaba llegara a lo más profundo de su sentimiento. Sonaba como para cada una de nuestras orejas, la sonorización era extraordinaria. No había aire entre su voz y nosotros. No pude soportarlo mucho tiempo y me largué corriendo, hacia mi silencio interior, ese que acoge mares y sonidos de pájaro imperceptible cada día y cada noche.

No sé qué me pasa. En la ciudad se respira una depresión colectiva que te envuelve sin querer. Intento abstraerme y volver a ver mi horizonte pero no puedo escapar del entorno. Sólo durmiendo me encuentro seguro, sólo en mi concha de mar consigo estar en paz. Pero el tiempo pasa como si fuera inmortal; y eso no es posible.

Si mis mapas no estuvieran equivocados, si mi brújula no tuviera el norte tan cambiante podría creerme mis paréntesis, mis elipsis, mis corchetes de vida, que poco a poco se vuelve más plana a la espera del mar con el que sueño. Pero no. El tiempo pasa y la prosa espanta la poesía.

Sigo buscando y escucho voces hermosas que me llaman a la insurrección. ¿Podré seguirlas pronto? De momento me embadurno con pomadas curativas para que mi piel resbale y no me roce la realidad, tan gris, que me acompaña.