viernes, 9 de noviembre de 2012

Uso tópico




Llevo varios días soñando con el mar. Me despierto enfadado entre mis cuatro paredes porque quiero continuar soñando. A veces lo consigo, pero tras el momento de realidad cambian los mares y las personas, o bien surge un contratiempo que me aleja de la orilla. No hay manera.

En Los Llamosos el mar se confunde con los chopos que hay junto a la vía del tren. Es como si fuera un gran embalse del que asoman las copas de los árboles altos, la torre de la iglesia o los muros que separan las fincas cuando el nivel del agua no es muy alto. Me vale ese mar poco profundo. Acepto ese mar como horizonte, igual que espero la llegada de las nieves para que el blanco uniforme coja el tono reflejado del cielo y me enseñe mares rosas o naranjas al atardecer.

Anoche oí cantar a una mujer que susurraba al oído y alargaba los gemidos hasta que no le quedaba aire en los pulmones. Sonreía. Era como si cada vez que se vaciaba llegara a lo más profundo de su sentimiento. Sonaba como para cada una de nuestras orejas, la sonorización era extraordinaria. No había aire entre su voz y nosotros. No pude soportarlo mucho tiempo y me largué corriendo, hacia mi silencio interior, ese que acoge mares y sonidos de pájaro imperceptible cada día y cada noche.

No sé qué me pasa. En la ciudad se respira una depresión colectiva que te envuelve sin querer. Intento abstraerme y volver a ver mi horizonte pero no puedo escapar del entorno. Sólo durmiendo me encuentro seguro, sólo en mi concha de mar consigo estar en paz. Pero el tiempo pasa como si fuera inmortal; y eso no es posible.

Si mis mapas no estuvieran equivocados, si mi brújula no tuviera el norte tan cambiante podría creerme mis paréntesis, mis elipsis, mis corchetes de vida, que poco a poco se vuelve más plana a la espera del mar con el que sueño. Pero no. El tiempo pasa y la prosa espanta la poesía.

Sigo buscando y escucho voces hermosas que me llaman a la insurrección. ¿Podré seguirlas pronto? De momento me embadurno con pomadas curativas para que mi piel resbale y no me roce la realidad, tan gris, que me acompaña.



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