lunes, 14 de enero de 2013

Portátil, afortunadamente.




Karina se vuelve a su país con su maleta de cartón y otras varias docenas de cajas etiquetadas con su vida de veinte años lejos de su casa, de su "homeland", de su Uruguay. Y está triste.

No sé cómo decirle que debería estar contenta. Los que nos vamos moviendo en distancias cortas todo el rato, cargando bolsas y maletas -la mayoría sin ruedas-, de aquí para allá como bolas dentro de una máquina de pinball, le envidiamos su oportunidad. El mundo es muy pequeño para las mentes libres. Son las propias mentes las que lo empequeñecen para intentar dominarlo. Pero el mundo es tan indomable como las mentes libres: eso no puede olvidarse.

Uno se va y deja su aire pero otros aires captarán su olor y esa huella apenas imperceptible que es la presencia -que viene de presente- va dejando recuerdos. Recuerdos que se archivan y se indexan y nos sirven para saber que hemos vivido cosas, que hemos vivido. Karina deja su recuerdo y su presencia se va a ir lejos, pero estará cerca en la cabeza. Se lo ha ganado. Otros aires se impregnarán con su presencia presente y la vida abrirá su cauce ancho, y todo volverá a ser apetecible.

Como decía alguien, si perdemos el horizonte cambiemos el punto de vista. Será fácil a pesar de todo que cambie la nostalgia anticipada que ahora siente Karina por nuevas cosas que mirar, nuevos presentes con más ilusión, nuevas alegrías y nuevas tristezas que les den sentido. Será fácil porque vuelve pero se va, no es una vuelta sino otra ida, no es un despido sino un nuevo trabajo, no son las orejas gachas sino erguidas por lo nuevo que huele todo, por los sonidos nuevos a los que hay que atender.

Sirva esto para todos los que se van con la cabeza alta y los sentidos alerta. Nos queda mucha vida.



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