jueves, 23 de agosto de 2012

Los Girasoles sin Sophia




1970 fue un año importante en mi vida. Conocí el concepto "cambio de década" y empecé a tener consciencia de la locura humana. En España no llegaba casi locura porque la censura se encargaba de caparla en origen, pero algo se filtraba. En televisión se podía leer entre las 625 líneas, quizá la mejor manera de leer abreviadamente los mensajes importantes. Muchos locos geniales estaban creando por el mundo al margen de control alguno.

En esta época de hiperinformación estoy leyendo un libro del que volveré sin duda a citar ideas en lo sucesivo y que aún no quiero nombrar. De momento, en ese libro manejan una idea que a mí ya me ha rondado en varias épocas de la vida: la hipoinformación es la mejor manera de estar bien informado. Si las noticias que lees: a) te son ajenas; b) son reiterativas; c) no te hacen mejorar tu estado vital; d) etc, etc, etc... Si esas noticias, en suma, te importan realmente un bledo, ¿para qué pierdes tiempo en leerlas? ¡Cómo si no hubiera en la vida cosas mejores que hacer!

1970 empezó con el canalillo de Sophia Loren en "Los Girasoles" y así nos fue a algunos: siempre un quiero y no puedo. Los únicos canalillos que recuerdo parecidos a esa edad estaban brillantes de sudor, vivían en Valencia y llamaban poderosamente mi atención. El canalillo de la Loren no tenía olor pero yo se lo ponía sustituyendo los olores conocidos por los olores por conocer.

Cuando los girasoles florecen tardan apenas unos días en empezar a marchitarse. Su amarillo tiene días contados de brillantez. Desde que tomé esta foto apenas han pasado dos semanas. Ahora esos girasoles son un recuerdo vago de si mismos.

Lo evanescente, lo efímero. A veces recordable. A veces felizmente añorado. Queremos girasoles con Sophia, otra vez. Siempre.




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