martes, 16 de octubre de 2012

Esos cielos (cortesía de Atxaga)


Desde mi ventana al norte se ven pasar las nubes como en aquel libro de Bernardo Atxaga cuyo título dedicó a los cielos que se veían en el viaje en un autobús. Aquí lo que se mueve es lo otro.

Han salido las primeras setas y siempre la humedad del otoño te deja los pies fríos al salir a pasear. Hoy he cogido champiñones y ahora me pondré a trabajar con el fuego encendido, pensando en que esta noche volveré a dormir en Madrid.

Madrid queda lejos en la mente. Ruido y polución, porque tal y como estoy no me apetece la ciudad que bulle y las aceras pisoteadas sin ton ni son. Estoy en fase de huída. Lo siguiente será empadronarme en Los Llamosos. Eso va a ser gordo porque llevo Madrid en mi adn y Madrid me lleva en su recuerdo.

No cambié mi registro en el padrón ni en los ocho años que estuve en Barcelona. Madrid siempre ha sido y será mi pueblo, pero hablando de ciudad de residencia, me inclino por esta urbe en la que hoy han pernoctado seis personas.

Esta noche soñé que inventaba una golosina de chocolate fundido con la que podías elegir lo que untabas: pistachos, bizcochos, nueces, pipas de girasol peladas... Era una buena idea, pero creo que mejor me voy a dedicar a fotografiar todos estos prados llenos de huellas de corzos y de jabalíes.

Y entre plano y plano editado mirar por mi ventana al norte esa pasarela de algodones blancos que miran desde arriba. Voy a pedir la independencia de Los Llamosos. Aunque esté fuera de la ley.



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